Conversando con mi amiga Francisca –arquitecto y recientemente estrenada como madre–, llegamos a un interesante recuerdo acerca de un trabajo que tuvo que hacer en su primer año en la universidad. En él, el profesor les asignó un lugar de la ciudad, donde deberían identificar un “hecho de la arquitectura”.

La palabra ya me pareció alucinante: “hechos de la arquitectura”. De inmediato le pregunté a qué se refería con eso, ya que con sólo escucharlo, me imaginaba algo así como mitos y leyendas de los edificios. Un “hecho de la arquitectura”, tal como me explicó (y me dediqué a averiguar posteriormente), dice relación con que los proyectos tienen que responder a una relación entre función y forma; a la realidad de aquellos que utilizaran la obra.

“De la misma manera que una buena escalera calza naturalmente con el ritmo de nuestros pasos, sin contradecir ni su regularidad, ni su alcance, ni su avance, un proyecto debiera tender al calce con la realidad o al menos a no contradecirla. Primero porque la realidad es fuerte, pero sobre todo porque la realidad es el horizonte de un proyecto de arquitectura; su sentido es articularla”[1].

Y una manera de contradecir esa realidad, sería, por ejemplo, el empeño de algún creativo en construir un camino curvo –maravilloso y con estilo–, pero que pronto quedará obsoleto con el paso de los transeúntes, que preferirían trazar una diagonal con sus pasos, a modo de acortar su camino. “Para que esto funcione, hay que tener claros los hechos de la arquitectura. Cuando no se vinculan dichos elementos correctamente –es decir, no hay una buena observación del entorno y de quiénes lo conforman–, aparecen errores como el de la diagonal en un camino curvo”, comenta Francisca Zurita, arquitecto UC.

El caso del Club de la Unión

“Identifique el hecho de la arquitectura presente en el Club de la Unión”. Esa fue la tarea que recibió mi amiga en su primer año de arquitectura. Me devané los sesos pensando en una respuesta lógica y coherente con la edificación, sin embargo, era materia que escapaba a mis escasos conocimientos sobre el tema.

La gracia del Club de la Unión, dice relación con el tipo de diseño urbano que presenta la ciudad de Santiago, herencia de los españoles en la mayoría de las urbes americanas. El famoso plano damero.

En este caso, la fachada de este hermoso edificio patrimonial, sigue la línea de la Alameda; avenida, que como buena diagonal que es, viene a romper con el tablero de ajedrez (o de damas, mejor dicho), erigido para organizar el centro de Santiago. Entonces, ¿qué hacer con las construcción que se establecería en parte del ex paño de las monjas agustinas a partir de 1912?

Lo que resolvió el arquitecto de la época, Alberto Cruz Montt –quien se adjudicó el proyecto tras la repentina muerte del ganador de la propuesta, el francés Henri Grossin– fue respetar la fachada que ofrecía la máxima avenida donde está la entrada principal del Club; pero al mismo tiempo, respetar el damero.

“El club tiene un salón cuadrado con galerías alrededor. Ese salón responde a los dameros”, señala Zurita. La arquitecto, agrega, que si se hubiera querido seguir hasta la Alameda, no se hubiera podido mantener esa línea, ya que la Alameda tiene casi fachada continua en ese lado, por lo que se construyeron salones circulares en las diferentes esquinas. “Lo que el proyecto logra, es mezclar la función y la forma sin que se note”, concluye. Y eso, eso es un hecho de la arquitectura.

NOTA: Aproveche que estamos en el mes del patrimonio, para visitar El Club de la Unión. Quizás logre sorprender a más de un guía con estos datos.

Fotos:

  1. Club de la Unión de Santiago. Gentileza de Plataforma Urbana.
  2. Plano damero de Santiago: La diagonal que cruza el diseño urbano, llamada Cañada de San Francisco, es la actual Alameda. Gentileza de Memoria Chilena.
  3. Plano del Club de la Unión: La esquina delimitada por rojo es por donde pasa la Alameda, y fueron diseñados los salones circulares para ser funcionales a la forma del plano. Gentileza de Club de la Unión.

[1] Extracto del texto “Los hechos de la arquitectura” (1999),   Alejandro Aravena, Fernando Pérez Oyarzún, José Quintanilla Chala.

Gianitsa Corral
Soy periodista. Pasatiempo que me ha servido para escribir bien y conocer lugares. Estudié teoría y crítica de cine sólo para apreciar mejor películas y series. Amo los cafés de barrios, adoptarlos como oficina, y que sepan que me gusta el latte. Fotografío casas y edificios antiguos que me topo en el camino, antes de que alguna inmobiliaria los destruya
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