Por: Bernardita Marambio @bernardita.maria
Texto: Loreto Casanueva R. Editora de CECLI
Fotos: Cristóbal Marambio @cristo_m
Fabricado con Demodé, Espejo biselado y Bronce
Homenaje a la piedra preciosa lapislázuli que se encuentra en las profundidades de la tierra. Esta piedra chilena se compone de minerales que le otorgan un color característico, la Lazurita, el azul profundo, la calcita, las vetas blancas y grises y la Pirita, el destello dorado. En este caso se utiliza Demodé, material fabricado a partir de desechos textiles aglomerados, que le otorgan la dureza y la versatilidad para ser moldeado y trabajado como un mineral rescatado de la tierra.
“La analogía que se establece entre el espejo y la piedra preciosa no es casual. Desde tiempos primigenios, el acto de contemplarse en una superficie reflectante –una fuente de agua, una lámina de metal pulido- ha sido altamente valorado. Hasta bien entrada la Edad Media, los espejos de tocador eran escasos- aunque el mundo antiguo fue testigo de preciosos ejemplares-, y su creación y posterior masificación fue un gran avance no solo cosmético sino también técnico. A lo largo de esos siglos, el espejo fue sin duda una joya preciada, gracias al brillo de su superficie, al tallado que, generalmente, se hacía en su reverso y a su función principal: ayudar al embellecimiento. “Piedra preciosa” es también un espejo-joya, que enaltece el cromatismo del lapislázuli, por medio de Demodé y la elegancia del bronce, ambas materias primas sumamente relevantes para nuestro país, así como recuerda los nostálgicos tiempos en que el toilette femenino se adornaba con hermosos objetos, como si su hermosura quisiera proyectarse también en el rostro de sus dueñas”.