Texto & foto: Gianitsa Corral @gianitsa
“El sabio uso del ocio es un producto de la civilización y de la educación”, Bertrand Russell.
“Cuaderno para cultivar el ocio” es el título de un pequeño libro que la Biblioteca Nacional vendió durante diciembre de 2014, el cual tenía como gracia presentar una serie de juegos o pasatiempos con la cultura pop chilena (y algo del imaginario colectivo de otras partes del mundo).
Así, encontramos una sopa de letras sobre los Premios Nacionales de Literatura; un crucigrama dedicado a sólo mujeres pioneras en diferentes ámbitos; o póngale el nombre al Presidente de Chile según su sobrenombre (“El León de Tarapacá – Arturo Alessandri).
¿Mi favorito? La sección dedicada a series de tv antiguas, o a nombrar al antagonista de clásicas teleseries chilenas como “Los Títeres” o “Sucupira” (la mejor).
Si bien el libro fue parte de una edición limitada (realizada en conjunto por la BN y las chicas de Zancada) que se vendía sólo por $2000, y que luego reeditó con un libro dedicado a las “Locas mujeres” de la humanidad, es posible encontrarlo –si tienes suerte– en algún rincón de la Biblioteca, o entre las antigüedades de los libreros de San Diego.
Lo que siempre está disponible, y cultivan el ocio de igual manera, son los libros de crucigramas. Ideales para viajes largos o eternas esperas en filas de bancos, tomando un café, o en la consulta del dentista.
Como rellenadora de crucigramas aficionada, recomiendo partir con los que llevan en su portada a actores o famosos faranduleros, porque mezclan temas sencillos con otras palabras más culto-formales. Entonces, nos obliga a recurrir a google o a un diccionario para completar el juego de palabras, y al mismo tiempo, sin darnos cuenta, ir aprendiendo que un sinónimo para “altar” puede ser “ara”; o que siempre cuando salga “roentgen”, irá una “r”.
Tiempo después, uno se vuelve más hábil, recurriendo mucho menos a las trampas de la tecnología, y retándose a uno mismo a contestar con el conocimiento que se ha adquirido tras horas de romperse la cabeza decidiendo si “L” es 50 ó 500, en números romanos.
Lo maravilloso de este tipo de libros (no incluyo los sudokus, porque soy pésima con los números) es que además de alejarnos por un rato del celular y todo tipo de pantallas, ejercitan nuestro cerebro –alejando el fantasma del Alzheimer y otros–, y nos comprueban que siempre podemos aprender cosas nuevas, como por ejemplo, los distintos tipos de sandalias que se usaban en la Antigua Grecia.
Gianitsa Corral
Soy periodista. Pasatiempo que me ha servido para escribir bien y conocer lugares. Estudié teoría y crítica de cine sólo para apreciar mejor películas y series. Amo los cafés de barrios, adoptarlos como oficina, y que sepan que me gusta el latte. Fotografío casas y edificios antiguos que me topo en el camino, antes de que alguna inmobiliaria los destruya
@Gianitsa
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