Texto: Uri Colodro
Fotografías: Victoria Do Pico @cantandovictoria
En el límite entre las comunas de Providencia y Ñuñoa, al oriente de Santiago, existe un territorio moldeado por calles que se bifurcan y toman nuevos recorridos. Se abre un triángulo conformado por unas pocas manzanas en las que se respira un aire totalmente diferente al de sus barrios vecinos. Se trata del barrio El Aguilucho, una de las primeras urbanizaciones de esta zona de la ciudad y que data de 1896, cuando se inauguró como la Población San José.
Este barrio se ha mantenido encapsulado en el tiempo, consolidándose como un polo de comercios y equipamiento vecinal. Si bien, llama la atención el patrimonio arquitectónico en sus viviendas de fachada continua, es todavía más interesante la mixtura social que se da en su interior, bautizado por sus propios vecinos como “el pueblito de Providencia”. Al tener sus orígenes en una población obrera, es posible encontrar familias que lo han habitado por generaciones, al mismo tiempo que también se encuentran personas que han llegado en los últimos años, atraídas por su ubicación y mística en la cual todo el mundo, sin importar origen social, apellido o profesión, se conoce y se saluda, al igual que en un pueblo.
A raíz de lo anterior, en El Aguilucho todavía subsisten antiguos comercios casi extintos en una ciudad tan dinámica y en constante transformación como Santiago. Al recorrer sus calles, es posible encontrarse con servicios como modistas, reparadoras de calzado, restauradores de muebles y enmarcaciones. Pero también, esconde en su interior pequeños secretos gastronómicos que se han gestado durante décadas, así como emprendimientos nuevos que vale la pena conocer.
Ver artículo: “Barrio El Aguilucho: nuevo polo gastronómico y comercial” por Nicolás Sánchez.
La gastronomía es una forma de expresión cultural, la cual se asocia intrínsecamente a los territorios y su singularidad. De acuerdo a las investigaciones de la académica de la Universidad de Sevilla, Beatriz Sanjuan, es además una fórmula de comunicación, constituyendo parte del patrimonio inmaterial y la transmisión de la cultura a través del tiempo. En este sentido, cada ciudad configura su propio patrimonio gastronómico, que se transmite de generación en generación, y además, va mutando a través del tiempo. Evidencia de ello son las grandes fusiones que se han generado en territorios conquistados, así como la enorme riqueza que traen los colectivos migrantes. En los últimos años, por ejemplo, la llegada de haitianos le ha agregado nuevos sabores a la cazuela criolla, añadiendo a los ya tradicionales ingredientes de origen hispano y mapuche, elementos como el plátano, típico de los platos caribeños.
En el caso de El Aguilucho no es posible hablar de una identidad específica en relación a la gastronomía chilena; sin embargo, su antigüedad, la permanencia de muchos de sus habitantes a través del tiempo y asimismo del comercio, lo posicionan en una situación digna de destacar, sobre todo en relación a la existencia de algunos locales clásicos que fusionan sabores procedentes de las distintas influencias foráneas que ha tenido Chile en su gastronomía.
Clásicos que valen la pena
Val d’Aosta. Su dueño llegó desde Italia para abrir una típica trattoría, como las que pueden encontrarse en su país natal. También recuerda mucho a las casas de pastas argentinas, que funcionan a escala de barrio, concentrándose especialmente en la calidad y la fidelidad de sus clientes. Se ubica en la esquina de las calles El Aguilucho y Sarragosi ofrece pastas frescas para cocinar en casa y un pequeño salón en el que te atenderán sus propios dueños, con la calidez que sólo los italianos pueden brindar.
Es curioso que un barrio tan pequeño existan varios locales de este tipo, que tienden a ser muy poco usuales en el resto de Santiago. De apertura más reciente, pero también de primera calidad y con sabores más innovadores, La Ruffina se posiciona como una excelente opción. Ubicada en Avenida Diego de Almagro N° 2561, es probable que cuando pases por fuera sólo veas un galpón cerrado, que si no fuese por el letrero, nadie se imaginaría que ahí se fabrican pastas de primera calidad.
Una última alternativa en comida italiana lo constituye Voglia di Pasta, en Avenida Echeñique N° 3590. Se trata de pastas y pizzas caseras en formato “delivery”, con opciones a muy buen precio para comprar y comer en casa, en la oficina, o por qué no, haciendo un picnic en alguna de las muchas plazas que rodean el barrio.
Otros clásicos del barrio es Gennaros, que se trata de uno de los primeros locales que ha abierto en el barrio y que aún sobrevive. Su localización es privilegiada, con terrazas que dan a la calle Pedro Lautaro Ferrer y la Plaza 18 de Septiembre. Ofrece una amplia variedad de tragos, platos tradicionales, pizzas y tablas. Caminito, se especializa en comida argentina, sobre todo carnes y milanesas, aunque las opciones son bastante variadas. Se ubica en El Aguilucho N° 3555.
Un mercado a escala local
En algunos países europeos es bastante común la existencia de mercados de barrio, los cuales son de propiedad municipal, techados y con una variedad de locales cada vez mayor, para poder comprar en un ambiente vecinal y personalizado desde las frutas y verduras de la semana, hasta probar una que otra delicatesen y productos gourmet.
En la década de los sesenta fue inaugurado el Mercado de Diego de Almagro, justo en la esquina de la calle homónima con la avenida Los Leones. La administración municipal de ese entonces, se inspiró en la moda europea y transformó una antigua fábrica de colchones en un espacio dedicado a la gastronomía local. Se trata de un espacio que si bien, no se ha potenciado ni capitalizado a través del tiempo, encarna y conserva la esencia de las “picadas” típicamente chilenas. Es posible encontrar tiendas de frutas y verduras, productos procedentes de la agricultura ecológica y otros locales que ofrecen comida casera, pizzas, sándwiches, sushi, comida peruana y sabores chilenos como La Rosita y el Casino La Luchita. Los precios son módicos, orientados especialmente para las personas que compran su almuerzo diario para llevar al trabajo.
El tour de los cafés
Quien visitaba El Aguilucho hace cinco años, en ningún momento se hubiese imaginado que de pronto se convertiría en un barrio de cafeterías. En un período de tiempo muy corto, se instalaron novedosas propuestas que vale la pena conocer. Una de las más populares es Integra Té (El Aguilucho N° 3280), emprendimiento de un terapeuta ocupacional que se configura como una “cafetería boutique”; es decir, no sólo venden café, sino que también creaciones artesanales. Su mayor distinción se expresa también en su nombre, ya que contratan a personas con capacidades diferentes, quienes se encargan de crear un ambiente acogedor y también ofrecer los productos que elaboran con sus propias manos. A unos pocos pasos está El Mesón de Ciprés (Avenida Holanda N° 2704), que se caracteriza por la calidad de su comida casera, sándwiches y la acogedora terraza con sillones. Un imperdible son sus churrascos y papas fritas.
Siguiendo el estilo de Barrio Italia, la Galería The Patio agrupa algunos locales innovadores, a los que se suma la cafetería Ayün, que tiene una agradable terraza con vistas a la Plaza 18 de Septiembre.
La cafetería Rende Bú nació en Hernando de Aguirre N° 3645, aunque actualmente es ampliamente conocida por sus demás sucursales. Se trata de una apuesta diferente, con decoración antigua, agradable ambiente y excelente surtido de opciones para el desayuno o la hora del té. Otro clásico es el Café Zanelli (Renato Zanelli N° 1330), que en su cómodo salón y terraza ofrece menús para la hora de almuerzo, así como también alternativas para la hora del té. Algunas de sus especialidades, celebradas por sus clientes, son el carrot cake y el chocolate caliente para tardes frías y nubladas de invierno.
Caminando por la calle El Aguilucho, llaman la atención las nuevas fachadas con murales artísticos que han llegado al barrio para quedarse. Quien trajo esta nueva “moda” que está llenando esta calle de colores y arte público es la dueña del café Dulce Mercadito (El Aguilucho N° 3471), el cual ofrece ricas opciones para el desayuno, el almuerzo y la hora del té, además de helados artesanales, especialidades cubanas y café de grano, el cual también venden para llevar y preparar en casa.
Para familias con niños, Tropa (Avenida Los Leones N° 2580, Local 102) es una innovadora apuesta donde convive la cafetería con una zona de juegos para niños. Sin duda, una experiencia que puede ser muy lúdica y entretenida para los más pequeños de la casa, y un alivio para los padres que quieren relajarse y conversar. También de reciente inauguración, La Clara (Doctor Pedro Lautaro Ferrer N° 3086) ofrece empanadas, jugos, quiches, postres y almuerzos para llevar.
Una última propuesta en el rubro de las cafeterías es Cosccos Muffin (Avenida Echeñique N° 3592). Si bien, el local es pequeño y no tiene mesas, los rumores dicen (y yo lo confirmé) que aquí se hornean los mejores muffins de Chile. Tienen opciones dulces y saladas, de sabores variados, incluyendo innovaciones que recuerdan a la comida popular chilena como el mote con huesillos, las peras al vino, la chirimoya y el manjar. También hay de lavanda, zanahoria nuez y chocolate blanco, arándanos, entre otros. Los rellenos son frescos y cremosos, la masa esponjosa, con texturas bien logradas y la calidad de un producto fresco.
Panadería y secretos de barrio
Lo bueno que tienen los barrios antiguos son esos secretos de comercios familiares, donde todavía las cosas se hacen a pulso, de manera artesanal y con ingredientes de primera calidad. Ejemplo de ello es Dulce y Pan (El Aguilucho N° 3404), donde se instaló Juan Roa hace décadas para hornear panes típicos chilenos, que conservan ese sabor de antaño. Hallullas, marraquetas, dobladitas, pan amasado y baguette con sus especialidades. Es recomendable ir temprano no sólo para encontrar los productos frescos… ¡sino que también porque con el transcurso de la mañana se van acabando! Además de pan, y haciendo alusión al nombre del negocio, también tiene dulces chilenos, mendocinos, empanadas, kuchen, brazos de reina, pie de limón, tartaletas, cheesecake, berlines, roscas, danesas y merenguitos.
En una calle más pequeña y casi desapercibida pasa la Pastelería de Fabián (Consejo de Indias N°1239). Si no fuese por los banderines que decoran su fachada, nadie se imaginaría que aquí se producen tortas, además de canapés, tapaditos y pedidos para banquetería. En las tardes, este pequeño local ofrece berlines, merenguitos y en el invierno sopaipillas y calzones rotos hechos con zapallo, solos o pasados en chancaca. ¡Un clásico chileno!
Delivery: from El Aguilucho with love
Por último, cabe destacar que en el barrio existen cuatro locales de comida china para llevar: Run Hong (El Aguilucho N° 3181), Long He (Doctor Pedro Lautaro Ferrer N°3174), uno de reciente inauguración en El Aguilucho N° 3459 y Villa China (El Aguilucho N° 3181), que también ofrece para servirse en el local. Todos tienen precios muy convenientes y ofertas de menús tipo “colación” para la hora de almuerzo.
En la línea asiática está también Kaizu Sushi (Avenida Echeñique N° 3594), con opciones de despacho a domicilio y retiro en el local, con una muy buena relación precio/calidad. Hay menús promocionales, rollos tipo California, tempura y los más tradicionales japoneses: sashimi, futomaki y hosomaki. Un menú similar es el que ofrece Majo’s (Renato Zanelli N° 1438), especializados en “delivery”, con la diferencia es que además tienen sándwiches de hamburguesa, churrasco y hot dogs.
Como se puede apreciar, El Aguilucho es un barrio lleno de secretos que vale la pena descubrir recorriendo sus calles a pie, saludando a sus vecinos y viviendo un pedacito de su historia. Los locales nuevos y viejos se entremezclan en un paisaje que no deja de sorprender por su resistencia a la llegada de la modernidad, considerando que está localizado entre dos ejes de desarrollo inmobiliario y que próximamente estará cercano a las estaciones de metro Chile España (Línea 3) e Inés de Suárez (Línea 6). Asimismo, es un territorio que ha sabido reinventarse, y ejemplo de ello son todos los emprendimientos mencionados en estas líneas.
Uri Colodro
Geógrafo y Licenciado en Geografía, Pontificia Universidad Católica de Chile. Candidato a M.Sc. en Gobernanza de Riesgos y Recursos, Ruprecht-Karls Universität Heidelberg. Sus mayores áreas de interés corresponden al ámbito de la geografía urbana, social y cultural. Dedicado a la investigación y la consultoría. Lector apasionado y escritor de medio tiempo. Libera tensiones en la cocina y saliendo a dar paseos por la ciudad.
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