Un padre y su hijo discuten. El hijo alega: “soy grande y puedo hacer lo que quiera”. El padre responde: “mientras vivas bajo mi techo, vives bajo mis reglas”. ¿Les resulta conocido? Esta escena, con variantes, creo que sucede alguna vez en la vida de la mayoría de las familias, desde que el mundo es mundo. Los hijos se exasperan, los padres se desesperan, pero una cosa es innegable: cuando tienes una casa, tú dictas las normas.

La casa propia es un pequeño territorio sobre el cual tenemos dominio. Hace un tiempo leí en la página de Casa Chaucha “el mundo que queremos puede armarse en una casa” y le pregunté a María qué quería decir con eso. “Tenemos la oportunidad de ser presidentes de un mini-país y administrar todos los componentes como mejor nos parezca”, me respondió, “si yo quiero un mundo libre de tele berreta (de mala calidad), por ejemplo, saco el televisor y se terminó. Si nos desvela una sociedad con mayor igualdad, ahí mismo lo podemos practicar. La casa es una pequeña muestra de nuestro paso por el mundo”.

Me encantó ese concepto y me hizo pensar qué otras cosas quisiéramos que fueran distintas en el mundo, y podemos ejercitar en casa. El cuidado del medio ambiente, la solidaridad, la alimentación saludable, la promoción de la lectura, pueden ser cualidades presentes en nuestro pequeño país privado, si así lo deseamos. Como jefes de estado, presidentes o monarcas de ese país, no desaprovechemos la oportunidad.

La casa es nuestro ámbito de poder, y si algo bueno aprendimos de los superhéroes de cómics es que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”*. Allí donde tenemos la autoridad, tenemos también la responsabilidad de ser agentes de cambio. Desde el momento en que me quejo de la desigualdad de derechos entre hombres y mujeres, la coherencia me obliga a revisar cómo educo a mis hijos e hijas. Si me preocupan la violencia y la guerra en el mundo, no puedo emplear el castigo físico en mi hogar. Si digo que lo más importante para el país es la educación, en casa también tiene que ser la prioridad, por encima de los viajes, la ropa o los autos. Y así con tantos ejemplos.

El cambio empieza por casa, lo hemos oído y repetido miles de veces. Lamentablemente muchos de nosotros nos desalentamos pensando que nuestro pequeño aporte no incide en el mundo, y eso es precisamente lo que detiene el cambio. Si en cada hogar construimos un territorio de paz, justicia y generosidad, es más posible que alguna vez lo llevemos a gran escala.

*La frase la dijo primero Roosevelt, pero es muy conocida por Spiderman.

“Soy Licenciada en Educación, blogger, apasionada por la fotografía, la ilustración y el arte en general. Me emocionan las cosas simples de la vida y busco transmitir esa mirada”

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