Mi cuñada es diseñadora de interiores, y me contó que cuando estudiaba, una profesora les pidió que llevaran a la primera clase fotos de sus casas. Las usaron para presentarse: el resto del grupo debía adivinar características de la persona a través de sus fotos. De este modo demostraban que -consciente o inconscientemente- las casas dicen mucho de sus dueños. Si asistieras a esa misma clase, ¿qué podrían adivinar tus compañeros mirando las fotos de tu casa?
Nuestras casas hablan de nosotros. Dicen si en una familia hay músicos, si hay cinéfilos, si hay lectores o deportistas. Revelan si los habitantes toman vino, si les gusta la playa, la montaña o el campo, si están siempre con amigos, si trabajan o si estudian, si tienen ascendencia rusa, si son religiosos, si su abuela bordaba o si alguien estudió arquitectura. La vida se manifiesta, las pasiones dejan huellas
¿Qué dice tu casa de ti? A veces, enfocados en seguir una moda o un ideal, llenamos la casa de objetos traídos de afuera, que no nos representan. Conseguimos casas hermosas, sin duda, pero para ocupar la portada de un catálogo; casas que podrían ser de cualquiera.
Deja que tu casa cuente tu historia, que revele tu carácter, tu particularidad. Para eso, la propuesta es hacer el camino inverso: en lugar de traer desde afuera (adornos), dejar que la estética brote de nuestro interior. Nuestros amores, nuestras creencias, recuerdos, nostalgias o tradiciones salen a la luz materializándose en objetos que sí tienen sentido: muebles pintados por nosotros mismos, cuadros de un pariente artista, algún juguete de la infancia, un pañuelo bordado por la abuela y enmarcado, instrumentos que de verdad hacen música y libros que realmente se leen. Aparecen evidencias de viajes, pistas de vidas pasadas, costumbres familiares, pequeñas colecciones y obsesiones. Una comunidad de objetos que, hilados, cuentan una historia: la tuya.
Si estás en el momento de armar tu casa por primera vez, te sugiero que no te apures en llenarla con “decoración”. Empieza con lo imprescindible y deja que los objetos lleguen a ti de a uno. Recupera algo de tu pasado, busca en la casa de tus padres o abuelos elementos con valor sentimental, compra algo sólo si tiene mucho sentido para ti, sé selectivo.
Si tu casa ya está completa pero sientes que no te refleja fielmente, también puedes remediarlo. Regala aquello que no te hace feliz, y no tengas prisa en reemplazarlo. Deja el espacio vacío para permitir que aparezca algo mejor; pronto quizás llegue a tus manos algo que te gusta más, o descubras que en realidad no necesitabas nada ahí. Y esta última idea aplica no sólo para la decoración, aplica para la vida.
Imágen: Cantando Victoria
La colección de cajitas de fósforos era de mi abuelo. Tenerla es más significativo que poner una foto suya: tengo su manía, su sentido del humor, su espíritu viajero, el aroma exacto de su casa y la fascinación que me provocaba curiosear entre sus cosas. Este es el tipo de tesoros que me gusta tener en casa.
“Soy Licenciada en Educación, blogger, apasionada por la fotografía, la ilustración y el arte en general. Me emocionan las cosas simples de la vida y busco transmitir esa mirada”