Para este capítulo decidí recorrer el Barrio El Golf. Un barrio lleno de contrastes arquitectónicos, producto de un acelerado proceso de construcción en altura que comenzó en los 80s y que hoy ya en el 2016 podemos reconocer en toda la extensión de Avenida Apoquindo y calles aledañas. En su minuto, fue un sector bien criticado por los “Arquitectos de aula” ya que el resultado del cambio del Plan regulador, predestinaba a excesos volumétricos que competerían con casonas antiguas de 2 o 3 pisos generando un impacto en la estética del barrio, como también, una afluencia de público y autos que cambiaría para siempre el sector.

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En general, en las grandes avenidas donde las calles son más anchas, se permite construir los edificios más altos de las comunas. Esto es, porque mientras más lejos esté la construcción contigua menos sombra le das, es lo que se conoce como resultado de la “rasante”. Muchas veces esos edificios en punta o cortes geométricos en los últimos pisos, no son meramente diseño si no, son los cortes obligados que se les hacen por esta regla.

Este barrio dio inicio a tal, en los años 30 cuando la clase alta de la ciudad decidió dejar sus acomodados palacios en Santiago Centro y Poniente para trasladarse al sector de Apoquindo. Muchas de estas espectaculares casonas están en excelente estado hoy, por lo que la plusvalía del lugar ha aumentado considerablemente. Muchas de estas familias, dieron el nombre a sus calles como Isidora Goyenechea y Gertrudis Echeñique.

El destino de oficinas, dio pie a que se instalaran hoteles y restaurantes de primera categoría. Es un mix frecuente cuando se proyectan los centros de negocio en las ciudades. La obra culmine de este barrio es hoy, el Costanera Center, que aunque no es del gusto de muchos, se convirtió en hito de la ciudad, quizás más para nuestros visitantes que para nosotros. Esta torre al ser la más alta de la ciudad, merecía un mirador en el último piso al igual que todas las grandes torres del mundo. Recomiendo ir a conocerlo.

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Moviéndonos por unas cuadras a la redonda, el panorama no varía mucho. Grandes torres de vidrio se encumbran luchando el altura y estampa. Lo único que rescato de las moles de vidrio, es que reflejan el cielo, y si el día está bonito, se vuelven de color azul dando la sensación que las nubes están un poquito más cerca nuestro…

Dejando las sensaciones, la Moda no solo nos viste, si no también nos determina donde vivimos. Desde que se puso de moda el “Muro cortina” que son las fachadas de vidrio que parecen flotar ocultando el estructura del edificio, nuestros rascacielos se forraron de vidrio y pocos se atrevieron a seguir fiel a sus principios, como el Edificio Manantial de Isidora Goyenechea. Obra de Izquierdo y Lehmann, representa una arquitectura atemporal para mi gusto y no sucumbió ante los flash de la época.

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Su juego de pilares en la fachada lo hace destacar en medio de esta fábrica de vidrio, y tiene todo un raciocinio arquitectónico detrás que se queda en perfecto equilibrio entre lo práctico y lo estético.

Ilustraciones:
Daniela Monterrosa.

“De profesión Arquitecta, Máster en Diseño y Espacio Público. Mi gusto por el dibujo comenzó en las aulas de croquis urbano de la carrera de Arquitectura y terminó de confirmarse con mi posterior encuentro con “Urban Sketchers”.

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