Alison y Peter Smithson

Los aclamados arquitectos británicos más influyentes del siglo 20, Alison y Peter Smithson, podrían ser hoy el rescate de la arquitectura moderna. Su legado abarca cada una de las partes arquitectura, desde los planos a los tornillos escogidos uno por uno, pero los Smithson proyectaron una de las cosas más esenciales de esta disciplina, que desde la critica de que “el efecto de las producción en serie y la obsolescencia de los objetos modificarían el comportamiento de la gente y la movilidad de las poblaciones” plantean su teoría proyectual “El arte de habitar”.

Esta obra es sobre el ritual íntimo que realizamos como seres humanos al definir como, cuando y donde habitar. Se han enfocado en la constante experimentación de la búsqueda de una identidad que se construye en base a diversas relaciones con los objetos y el espacio. Allí se plantea que para identificarse en el espacio debemos apoderarnos de él bajo dos fenómenos: de manera ‘emocional’, ocupando nuestros sentidos; y de manera concreta, ‘vistiendo y decorando’ el espacio para así apropiarnos  de él, proyectando un sentido de pertenencia en el cual dejamos huellas o marcas de ocupación que serán referencia para el habitar de otros seres.

Si la arquitectura se define como el arte y la técnica de proyectar, diseñar, construir y modificar el hábitat humano, el cual comprende todo tipo de espacio y estructura que nos permita permanecer tiempo en él, nuestro cuerpo se constituye como nuestro primer habitar donde se configura como una arquitectura corporal que tiene como viga principal la relación que se genera entre el cuerpo y su entorno, construyendo así un espacio único y personal.

Este cuerpo es definido inicialmente por su carga genérica, que en un constante cambio y modificaciones a este envase de pensamientos e identidad, genera diversas fachadas arquitectónicas para una misma estructura corporal que se emplaza en múltiples lugares y contextos. Esta fachada esta envuelta de signos y símbolos que se sitúan en una amplia gama de accesorios, objetos, incrustaciones o dibujos complementarios que cumplen la función de ornamento número l: cuerpo.

Dentro de esta teoría, el objeto es un factor primordial, ya que es el símbolo recluido de nuestra identidad, donde el ser humano tiene la capacidad  de proyectarse parte de él en un objeto material, mostrando así una parte de la su intimidad entre los elementos que habitan en el espacio. Dentro de esta gama de objetos, la atención se dará en los objetos efímeros, es decir, objetos pasajeros o de corta duración, en la cual esta interrelación del hombre permite ser llevada a un ejercicio concreto, por ejemplo al crear un objeto como una flor de origami, la persona tiene la capacidad de adjudicarle una experiencia vivencial, grabando un sentimiento y/o momento, generando una auto exhibición de si mismo que puede ser consciente o inconsciente.

La Casa de Juana – Piso Parque Balmaceda

Este ejercicio de dar valor a los objetos se da por la necesidad de determinar nuestra identidad, se basa también en cómo nos movemos en el espacio y nos arraigamos a él. En esta línea, los Smithson  plantean que la capacidad de apoderarnos del espacio es a través de la apropiación por medio emocional, donde nuestros sentidos son activados para así penetrar cada rincón. Para esto propone el método de ‘conglomerant ordering’, el que consiste en un patrón de percepción que se produce ante la condición de recorrer el edificio para entenderlo. La idea es exaltar nuestras capacidades perceptivas de un sistema que potencia los sentidos haciéndonos participes e indispensables para el espacio, generando así que la persona sea el elemento que complete la obra. Por otro lado, el segundo acto es ‘vestir y decorar’ y es aquí donde la acción de colocar nuestros objetos en el espacio de una manera es como la vestimenta se superpone al espacio, haciendo capas efímeras que generan una conexión entre el habitante y el habitat por medio del objeto, dejando huellas que determinan a nuestra sociedad.

La casa del cuerpo – Lygia Clark

Para concluir este acto de habitar, es relevante comprender que el comportamiento humano, a nivel de su interacción con el espacio y la necesidad apropiarse para sentirse acogido dentro de él, algo que proviene del momento en que se es concebido dentro del vientre de una mujer: es el espacio el soporte  e intervalo de nuestra identidad. Sin este intervalo, carecemos del sentido de nosotros mismos; en cambio si proporcionamos las condiciones para potenciar los sentidos, este intervalo será más preciso y será capaz de configurar un ‘territorio’ propio como parte de la experiencia de aquel lugar. Pero, ¿cómo se genera aquel lugar? Es importante esclarecer que un lugar es un espacio ocupado, en cambio un espacio simplemente es –existe-, por lo tanto, para lograr que se convierta en  lugar debe generarse el vacío: un lugar potencial que está a la expectativa de ser ocupado mediante capas que componen un sistema.

“Diseñadora apasionada y versátil, enamorada de la investigación y la decoración, especializada en dirección de arte y diseño expositivo, enfocada en el pensamiento creativo y atención a los detalles para crear soluciones de diseño centrado en las personas, creyendo profundamente en la democratización del diseño.”

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