El último fue hace poco.. tres semanas recorriendo Italia, Dubrovnik y Londres. Antes de eso un par de meses en una residencia en Nueva York, y un par de años antes, París y Florencia.
Los últimos años de mi vida me he dedicado a viajar sola, con la suerte -y el objetivo- de conocer diferentes lugares del mundo y vivir experiencias marcadoras.
Durante mi adolescencia mantuve por muchos años la fantasía de conocer la isla de Juan Fernández, y el 2002 al fin atravesé el Pacífico en una avioneta a cumplir ese sueño. Es un vuelo de baja altura, así que a través de la ventanilla fácilmente podían reconocerse en el plano de la ciudad los lugares familiares: mi casa, mi universidad, los parques conocidos, la playa de todos los veranos cuando nos acercábamos más a la costa.
Recuerdo haber pensado “así debe ver las cosas Dios desde arriba… y por eso seguramente no responde a todos los llamados”. Es que las calles y manzanas se parecían a esas ciudades de lego que armaba cuando niñita. Un mundo de fantasía circunscrito a unos pocos bloquecitos de plástico… así de insignificante. La vista desde la altura me hizo pensar en cómo nuestra vida literalmente se reduce a una pequeña porción de una gran cuadrícula extendida por el vasto territorio de nuestra ciudad…. país… continente… planeta, y más. Y de ese mismo porte, nuestra visión del mundo y dónde -geográficamente- se inscriben nuestros problemas.
En viajar está mantener viva la conciencia del “afuera”, y eso es al fin y al cabo una responsabilidad. Mantenerse reducido a esa pequeña porción de la cuadrícula sería vivir egoístamente sesgados del exterior, negándonos al intercambio… que es donde ocurren las virtudes del hombre.
Al viajar siempre salgo con preguntas (de esas que te queman por dentro) para volver con respuestas, y me alegro de no haber fallado una sola vez. El ruido estimulante de lo desconocido hace un buen match con el silencio de estar solo, y ampliar la perspectiva del afuera nos crea una nueva conciencia de nuestro interior.
Hay además un lazo intuitivo entre los viajes y la creatividad. Cuando salimos de nuestro espacio conocido a explorar uno nuevo, nuestros seis sentidos se intensifican y comenzamos a incorporar el entorno sin filtro. Nos abrimos a ideas, percepciones, puntos de vista, oportunidades, frescas versiones de nosotros mismos… Y es curioso finalmente, eso de atravesar largas distancias para encontrar algo que siempre llevamos dentro, pero necesitaba ser despertado de la manera precisa.
Cuando tengas dudas, viaja. Atento a esa inquietud. Viajamos porque la distancia y el estímulo son el ingrediente secreto para las ideas. Cuando volvemos, pareciera ser que todo sigue donde mismo lo dejamos… pero algo de nosotros que antes dormía se despertó, y eso lo cambia todo.
Foto: Antonia Reyes @antoniapajarito
Antonia Reyes
“Con un profundo interés por el mundo natural y el diseño, Antonia Reyes Montealegre trabaja como Ilustradora y Directora de Arte desde Santiago de Chile. Su trabajo se concentra en la ilustración naturalista, inspirada por el riquísimo patrimonio natural y biodiversidad de su país.”
Instagram: @antoniapajarito