“Viajamos para cambiar, no de lugar, sino de ideas”. Hipólito Taine, filósofo francés.

Desde que el mundo es mundo las personas emprendemos viajes. Viajamos para realizar un trabajo, para visitar a familiares, para conocer tierras remotas, para descansar, para desconectar. Nos maravillamos de los paisajes, nos fascinamos con otras culturas, a veces incluso fantaseamos “quiero quedarme acá para siempre”. Pero el fin de todo viaje es la vuelta a casa.

Sin regreso, el viaje no sería viaje: sería mudanza, migración, destierro, exilio, expatriación, pero no viaje. La esencia sería distinta, estarían implicadas otra serie de preocupaciones como ganarse la vida, buscar una residencia permanente, elegir colegios para los hijos, establecer contactos. La certeza del regreso es lo que lo convierte en viaje.

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Durante mucho tiempo pensé que la pasión que tantos sienten por viajar tenía algo de escapismo, de desapego por la propia realidad. A medida que más amo mi hogar y mi vida me doy cuenta de que el fin de todo viaje es el regreso a casa. No es sólo el final, sino también la meta. Viajamos para volver a casa cambiados, un poco distintos, descansados, con la mirada nueva y el ánimo arriba. Nos enamoramos de otros lugares para volver a elegir la vida que tenemos.

Cuando estamos en otro lado nos quejamos menos. No nos importa si en la cabaña hay sólo dos cuchillos o si el televisor tiene apenas tres canales. Vivimos quince días con dos pares de zapatos. Hacemos turnos para usar el baño y cocinamos con lo que encontramos en el único almacén del pueblo. En casa tenemos de todo, pero parece que nunca es suficiente. A veces viajar nos devuelve la sensatez: no necesitamos tanto para vivir. La metáfora de trasladar el cuerpo físico ayuda a tomar una nueva perspectiva.

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Nuestra casa es el lugar al que siempre volvemos. Construyamos hogares donde nos de gusto volver, porque ese placer en el regreso es la parte más satisfactoria de todo viaje. Ojalá podamos siempre sentir la alegría de la vuelta y, como Dorothy1 después de su aventura, abrazando a nuestro propio Totó decir «realmente no hay lugar como el hogar».

1El mago de Oz.

Fotos:

Victoria do Pico.

“Soy Licenciada en Educación, blogger, apasionada por la fotografía, la ilustración y el arte en general. Me emocionan las cosas simples de la vida y busco transmitir esa mirada”

www.cantandovictoria.blogspot.com