Texto & fotos: Fernanda Tapia @mandarinacaiman
En este momento llevo varios días sin ver una barra de jabón. Mi cara está llena de espinillas, manchas, puntos negros, picaduras y cubierta polvo. Para qué hablar de mi pelo, tengo la suerte de tener de esos pelos que se ensucian poco, pero a ver… nadie resiste dignamente más de una semana sin champú y bálsamo. Y mejor ni entremos en detalles de depilación. Así es exactamente como me veo y como seguramente huelo, sin embargo yo me siento más mina que nunca (guapa, para los no chilenos)
En condiciones normales, soy inmensamente insegura de mi aspecto. Sin haber nunca sido fan del maquillaje o necesitar muchos productos u objetos para disimular mis “fallas”, llevo años frustrada por como me veo (o lo que yo veo de mi). Debiendo agradecer el cuerpo power que habito, que corre kilómetros y no se queja si no que se hace más fuerte (cuan increíble es eso! díganme que robot puede hacer algo así), que es hábil, inteligente, creativo y sano, termino comparándome constantemente con otras personas. Soy muy dura e injusta con él y por consiguiente conmigo. Es curioso entonces que en mis supuestos “peores momentos”, en los que estoy tal como describo arriba – sucia y llena de espinillas – es cuando más segura me siento en él. ¿Cambié yo? ¿cambió mi entorno? ¿cambié yo con el entorno?
Voy a contextualizarlos un poco: llevo dos semanas recorriendo los parques y playas de Portugal en un auto y con una carpa (mochileo de adulto sin todo el tiempo del mundo para recorrer un país a pié, por decirlo así). Partimos nuestro viaje en el norte, en la ciudad de Porto, donde aterrizamos y agarramos el auto para dirigirnos al que sería nuestro primer destino del tour: el Parque Nacional Peneda-Gerés, en la frontera con España. Peneda-Gerés es un joya de color verde, azul y violeta, una mezcla de cerros, bosques, rocas, sierra y pueblitos de montaña. Fácil de recorrer y super bien cuidado, con poco turista extranjero y lleno de rincones para parar a descansar entre árboles gigantescos, tomar agüita de vertiente, relajarse escuchando el viento, bañarse en pozones de agua cristalina, admirar el paisaje.
Me defino como una persona que le gusta y disfruta mucho de la naturaleza, pero confieso esta vez me costó conectarme con ella. Me demoré en sentirme cómoda y desenvuelta: sentía miedo en la noche, no escuchaba ni veía todo con el ojo tranquilo y profundo que te entrega la tierra cuando estás conectada con ella. Con los días me fui relajando, donde la desconexión del celular fue clave, entregándome al aburrimiento simple y activando otras partes de la mente. Así lentamente me fui encontrando a mi misma – suena cliché, lo se – y me fui sintiendo más libre, relajada y cómoda con quien soy, llena de energía y feliz. Y claro – para seguir con el cliché – cuando me siento mejor por dentro, me siento más linda por fuera.
Seguimos nuestro viaje hacia el sur de Portugal, hacia la famosa región de Algarve, recorrimos el Parque Natural del Suroeste Alentejano y la Costa Vicentina completa, donde poco a poco fueron apareciendo los surfistas con sus tablas y sus Camper, y aún entre todas las cientos de surfistas preciosas y de cuerpos envidiables, yo me sentí estupenda, fuerte y linda, sin mis clásicas inseguridades. En ese momento, extrañada con esta nueva actitud, me hice una simple pregunta: qué es la belleza? No es lo que yo veo de mi cuerpo y creo que el resto aprecia, mis rollos, mi porte poco delicado, los detalles en mi cara. No, la belleza es como me siento. Por algo en la selva no abundan los espejos, porque nunca fue importante para nuestro centro tener que observarnos con tanto cuidado desde fuera. Lo valioso en todo sentido – emocional, social, para el desarrollo de la inteligencia, instintivo y de supervivencia – fue siempre observarnos meticulosamente, pero desde adentro. Si estamos conectados con nuestro centro, no necesitamos un espejo que nos diga quienes somos y cómo nos vemos, porque sentimos y con eso basta.
Tengo varios consejos de belleza natural que sigo y puedo dar: tomar agua y moverse, venerar los alimentos frescos y vivos como a un dios, usar distintos aceites que hacen maravillas en cara, piel y pelo, preparar exquisitos exfoliantes con ingredientes de nuestras cocinas, usar aceite de coco para absolutamente cada parte de nuestro cuerpo (siempre por fuera, nunca por dentro), etc. Pero nada, ningún tip recomendaría más que simplemente sumergirse en lo profundo de lo silvestre, conectar con uno mismo. Es que somos naturaleza, la leímos y entendimos por tantos siglos, nuestro cuerpo e instinto está creado en su función, como no sentirse desorientado y vacío si ya no la tenemos en nuestro alma? Hay una frase de Gary Snyder, poeta y activista californiano, que siempre me ha gustado y tengo que acordarme de repetirla siempre: “La naturaleza no es un lugar para visitar. Es nuestro hogar.”
Así que ésta es mi receta personal e infalible para una belleza eterna, por favor repetir todas las veces que estime necesario: para ser bella hay que ver estrellas, pero no las de sufrimiento, hay que ver las estrellas en la noche oscura, lejos de las ciudades y su luz, escuchar los grillos cantar, el viento soplar y dormirse en una cuna de arbustos mientras alrededor todo vive y respira. Volver al origen y encontrarse a uno en él. Volver a nuestro hogar inicial que despierta todos nuestros sentidos y los reordena, nos orienta, nos abre los ojos y la mente a lo realmente importante.
Mis favoritos en estos días Portugueses:
El Parque Natural Peneda-Geres está al norte de Portugal en la frontera con España, desde donde también se puede llegar. Es fácil de recorrer en auto y a pie, tiene múltiples senderos y puedes informarte en el centro de informaciones turísticas que se encuentra en uno de los pueblos centrales: Gerés, de donde mismo salen también senderos que duran un par de horas y de recorrido básico (no se si para niños chicos, pero apto para cualquier otro ser caminante).
En la Zona de Algarve recomiendo especialmente el sector de Lagoa (no confundir con Lagos, que no lo recomiendo). Tiene la clásica geografía de acantilados de colores en contraste con el mar calipso, las playas son preciosas, muy cerca la una de la otra y las une un sendero que serpentea por arriba de los acantilados mostrando paisajes preciosos. Se puede comenzar por Praia da Marinha, seguir por Praia Benagil a ver las cuevas y Praia Carvalho, no tengo muy claro cuando termina el recorrido, pero la invitación es a recorrerlo al ritmo de cada uno, es precioso.
El Parque Natural del Suroeste Alentejano y la Costa Vicentina es enorme y si bien mucha gente recorre tramos a pié, nosotros fuimos de punto a punto siempre en auto por la carretera interior, y es un paraíso. Nosotros comenzamos por Sagrés, pueblito más al sur donde recomiendo no saltarse una parada por Three Little Birds, donde hacen unas hamburguesas exquisitas (la vegetariana me tiene soñando hasta hoy). Cerca de Sagrés está la Praia Figueira y de ahí se puede ir subiendo encontrando playas cada 20 minutos, una más linda que la anterior. Praia do Beliche es preciosa y Praia do Telheiro aún más, porque al ser más difícil de llegar, hay menos gente. Subiendo un poco hacia el norte, personalmente me enamoré del pueblito playero de Praia do Arrifana, mini y con un estilo relajado surfer, además que el roquerío de los acantilados es impresionante.
Al sur de Lisboa, cerca de Setúbal también encontramos una de nuestras playas favoritas, de arenas blancas y mar calipso, Praia Galapinhos. Ojo si que se debe llenar harto en fines de semana con sol, así que recomiendo llegar temprano.
Sintra es una ciudad que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995, y queda a una hora de Lisboa, verde y maravillosa con palacios y casas de ensueño. Personalmente no recomiendo entrar a ningún palacio porque hay tantos turistas que no se logra disfrutar nada. Sin embargo recomiendo caminarla completa y si quieren pagar la entrada al parque del Palacio de la Pena también lo recomendaría (solo al parque). A Sintra se puede llegar fácilmente en tren desde Lisboa, recomiendo hacer todo temprano y evitar los fines de semana, porque está repleto de turistas. Repleto.
Fernanda Tapia
Santiaguina de nacimiento, berlinesa por el momento, diseñadora gráfica de profesión, coleccionista de detalles y cosas lindas, aprendiz en alimentación y consumo consciente.
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