La primera vez que escuché sobre esta religión, fue en el 2008, en un programa de trasnoche en TVN conducido por Edo Bertrán. En él, el irónico conductor visitó la sede de esta fe independiente, ubicada en Ñuñoa (justo al lado de mi casa) intentando entender de qué se trataba. Recuerdo que no me quedó nada de claro qué es lo que era ser Bahá’i, pero nunca olvidé que estaban en pleno proceso de construcción de un templo que se erigiría como único en Sudamérica, en algún lugar de Peñalolén. Así, ocho años después de ese capítulo, por fin pude conocer la famosa Casa de Adoración Bahá’i.
Ubicada en la precordillera capitalina, la idea de construir este sitio de oración se remonta a principios de los 2000, concretándose en octubre de este año, cuando al fin el templo abrió sus puertas al público. A diferencia de otros movimientos religiosos, el bahaísmo, aboga por la unión inevitable de la humanidad, y teniendo presente ese principio, en sus sedes y casas de adoración no hay restricciones de credo para ingresar y aprovechar ese espacio para conectarse con Dios (con el que cada uno crea).
El sincretismo religioso Bahá’i, queda demostrado también en la arquitectura de esta imponente obra (30 metros de altura y de diámetro)–que sigue la línea de todos los templos alrededor del mundo–, en cuya cúpula confluyen nueve pétalos, que representan la unión de todos los credos, nacionalidades y etnias. Así como nueve entradas para dar la bienvenida a todas las personas.
El acceso al templo es gratuito, y en él, los visitantes pueden ingresar a este símil de capilla (con una capacidad de 600 personas sentadas) –sin íconos o altar de algún tipo– a rezar, o tan sólo dar un paseo por las más de 11 héctareas de áreas verdes con las que cuenta el lugar, sumándole la vista privilegiada de Santiago.
Y ahí estuve yo –sentada en medio de la celebración del natalicio de Bahá’u’lláh, fundador de la fe Bahá’i en la antigua Persia–, dispuesta a ser parte de esta experiencia misteriosa para mí. Lástima que la acústica del lugar no acompañó mis ansias de develar qué era esta religión que promete aceptación de todos y para todos. No entendí nada de lo que cantaban y leían. A veces lograba captar las palabras “dios” y “corazón”, pero no la diferencia o semejanza con otras religiones.
Me fui con la misma sensación enigmática con la que me quedé cuando vi ese programa en 2008. Pero me fui feliz, porque el lugar es hermoso, ideal para iniciar o concluir la búsqueda de la divinidad –si es que se cree en una–, o simplemente para dar un paseo de fin de semana.
Templo Bahá’i Diagonal Las Torres 2000, Peñalolén. Abierto de martes a domingo, de 08:00 a 20:00 horas.
Fotos:
Sebastián León
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Gianitsa Corral
Templo Bahá’i
Gianitsa Corral
Soy periodista. Pasatiempo que me ha servido para escribir bien y conocer lugares. Estudié teoría y crítica de cine sólo para apreciar mejor películas y series. Amo los cafés de barrios, adoptarlos como oficina, y que sepan que me gusta el latte. Fotografío casas y edificios antiguos que me topo en el camino, antes de que alguna inmobiliaria los destruya
@Gianitsa
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