Hasta hace no muchos años, Santiago era considerada como una ciudad poco atractiva, y sin duda, aburrida para muchas personas. A diferencia de otras grandes metrópolis, la capital chilena no gozaba de buena reputación internacional por distintos motivos: no era una ciudad lo suficientemente cosmopolita, la oferta comercial y gastronómica era bastante limitada y poco innovadora, muchos de sus barrios eran considerados inseguros y el timo a los turistas era bastante común. Sumado a lo anterior, se trata de un destino caro, ya que al ubicarse en el último rincón del fin del mundo es difícil encontrar buenas ofertas de billetes aéreos, a lo que se puede agregar que Chile no es precisamente un país barato, tanto en el costo de la vida cotidiana como en el valor de los alojamientos, transporte público y hoteles, resultando mucho más conveniente visitar otros países de América Latina.
Por su cercanía a Machu Picchu, el Cusco es una de las ciudades más turísticas de Perú. Gracias a ello, ha potenciado considerablemente su oferta hotelera y gastronómica, la cual a su vez es muy conveniente incluso para los turistas chilenos.
Sin embargo, esa situación ha cambiado radicalmente en el último tiempo. Por ejemplo, fue escogida como el mejor destino para visitar el año 2011 por parte de The New York Times, y la tercera ciudad más cautivante del mundo por parte de la CNN en 2012, superando a urbes tan consolidadas como San Francisco en Estados Unidos y siendo superada sólo por Tokio (Japón) y Shanghái (China). En 2013 la Vega Central fue escogida como el cuarto mejor mercado del mundo por Daily Meal, mientras que en 2015 fue el mejor destino turístico de Sudamérica de acuerdo a TripAdvisor, situación que se repitió el 2016 en los Travvy Awards. En el primer tercio que llevamos de 2017 fue destacada por The Guardian por sus barrios patrimoniales y su nueva oferta gastronómica, y mencionada por segunda vez en The New York Times en una ruta de 36 horas por los mayores atractivos turísticos, restaurantes, bares y espacios culturales.
Todo el escenario descrito anteriormente resulta alucinante en tan poco tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que no ha habido iniciativas públicas y privadas que se condigan con este boom del turismo internacional en el país. En este sentido, cabe preguntarse si la capital chilena está efectivamente preparada para recibir turistas de manera masiva, así como se comienzan a consolidar los nuevos flujos que atraen a personas de las más variadas nacionalidades y regiones del mundo.
La respuesta no es totalmente satisfactoria, teniendo en cuenta numerosos factores. Hemos estado demasiado acostumbrados a vivir en una especie de isla cultural, en un país con flujos migratorios muy marcados y no tan frecuentes, así como una masa de turistas lo suficientemente baja como para que tanto la sociedad como la oferta comercial no se adapten del todo a tener personal que hable otros idiomas diferentes al español, o que los propios trámites administrativos sean lo suficientemente sencillos como para una persona que se comunica de forma rudimentaria en nuestra lengua, o que simplemente no tiene en su posesión un carnet de identidad chileno. Haciendo un ejercicio de imaginación sencillo, en un día normal en que vas al supermercado, compras en una tienda al interior de un centro comercial y pasas a visitar a un amigo que vive en un edificio de departamentos, ya te habrán pedido por lo menos tres veces tu número de RUT, cosa que en países con culturas donde la privacidad de los datos personales es sagrada, puede resultar no sólo chocante, sino que de poca utilidad y restrictiva para la realización de determinados trámites cotidianos que ni siquiera cuentan con plataformas que permitan ingresar otro tipo de formatos de identidad como pasaporte o cédula extranjera.
Por otra parte, el aeropuerto de Santiago ha alcanzado un nivel de saturación que impide que la experiencia de viaje sea por lo menos agradable después de estar probablemente muchas horas sentado en un avión. Por suerte, esta situación tiene fecha de caducidad con la remodelación y construcción de una nueva terminal que ya está en curso. Sin embargo, el problema que sigue totalmente latente y que no ve solución en el corto plazo corresponde a cómo desplazamos a los turistas desde el aeropuerto a las principales zonas céntricas de la ciudad. Actualmente, el acoso de los taxistas a la salida del aeropuerto resulta agobiante, sobre todo considerando que muchos de ellos ofrecen tarifas con sobreprecios. El servicio de transfers y buses masivos no es malo, sin embargo aún se carece de una alternativa pública que conecte una terminal con tal flujo de pasajeros con esta metrópolis de más de 6 millones de habitantes. Luego, una vez dentro de la ciudad, moverse en metro es bastante sencillo. ¿Pero qué pasa si los turistas quieren visitar áreas que no están provistas de una estación cercana? Andar en Transantiago no es fácil, ni siquiera para los santiaguinos. Hay muchísimas líneas de buses, con recorridos complejos y viajes que muchas veces obligan a hacer trasbordos. ¿Saber dónde bajarse? Toda una incógnita para una persona que recién visita la ciudad. Sin una explicación muy detallada por parte de una persona llena de paciencia y amabilidad o una aplicación de mapas en el teléfono móvil, será muy difícil llegar exitosamente al destino final.
El Parque Bicentenario es uno de esos lugares difíciles de acceder a través del transporte público, situación lamentable considerando las increíbles vistas que ofrece hacia el distrito financiero de Santiago y su cercanía con barrios comerciales como Alonso de Córdova y Nueva Costanera, los cuales cuentan con numerosas boutiques ideales para aquellas personas que buscan un comercio más exclusivo.
En la misma línea de la movilidad urbana, Santiago se destaca por tener un sistema de bicicletas públicas de alta cobertura territorial, licitadas a la empresa BikeSantiago y Bici Las Condes en la comuna homónima. Además de no estar integrados, ninguno de los dos sistemas ofrece alternativas para turistas, permitiendo el pago exclusivamente a través de suscripciones para las que además se requiere poseer una cuenta bancaria. Así, no existe la posibilidad para las personas que visitan Santiago de disfrutar de algunas de las excelentes ciclovías que se han construido en los últimos años, o del circuito alrededor del río Mapocho. Hay algunas soluciones, como arrendar una bicicleta a empresas dedicadas exclusivamente al sector turístico, sin embargo, la alternativa pública nuevamente queda totalmente ausente.
¿Tomar taxi? Otro dolor de cabeza tanto para santiaguinos como para turistas. Llega la noche y barrios como Bellavista, Manuel Montt, Lastarria, Brasil o la Plaza Ñuñoa son ideales para hacer una visita y disfrutar de su gastronomía y centros de entretención. Después de las 11 de la noche el Metro de Santiago cierra su atención al público y la única forma de movilizarse es a través de buses del sistema Transantiago o la oferta privada de transporte. Si movilizarse en Transantiago de día es complicado para una persona que no conoce la ciudad, de noche esas limitaciones se multiplican por mil. A diferencia de otras ciudades latinoamericanas, los taxis son seguros, sin embargo desgraciadamente han adquirido mala fama precisamente por timar a los turistas y aprovecharse de su desconocimiento de las calles y la moneda local. En el último tiempo han surgido otras modalidades a través de aplicaciones para el teléfono móvil que se posicionan como la alternativa más confiable, sin embargo se encuentran en un marco legal complejo y ha surgido una verdadera “guerra” con los conductores de taxi urbano.
La Plaza Ñuñoa tiene una oferta gastronómica cada vez mayor, con servicios de alto nivel. Sin embargo, se enfoca en el público nacional más que extranjero. En algunos años contará con una estación de metro en sus cercanías gracias a la construcción de la Línea 3, sin embargo por el momento, su accesibilidad es complicada para quien no se maneja en el sistema Transantiago.
Una de las grandes ventajas que ha tomado Chile en el último período corresponde a la llegada de numerosas firmas internacionales que ofrecen sus productos a precios inferiores a los de otros países de la región. Ello ha configurado un turismo comercial, orientado especialmente a personas procedentes de Argentina y Brasil que aprovechan nuestros tratados de libre comercio, rebajas arancelarias y la posibilidad de evitar algunos impuestos a productos más lujosos, que pagarían en caso de comprarlos en sus países de origen. Este tipo de flujos constituyen una enorme oportunidad para el país, la cual sin duda ha sido aprovechada por los centros comerciales, que ofrecen diversos tipos de descuentos, así como tours por la ciudad y sus alrededores. Existe un enorme potencial de personas que están visitando el país y que podrían llevarse mucho más que una buena experiencia de compra, sino que también el conocer elementos auténticos de la cultura chilena que pueden apreciarse en espacios patrimoniales que sin duda es necesario seguir explotando a través de su restauración y la creación de nuevos circuitos que inviten al turista a sentirse cómodo explorándolos. Otra gran oportunidad que ofrece Santiago es la existencia de numerosos barrios que se han ido consolidando en los últimos años y que han aumentado considerablemente su oferta comercial. Aquí hay una enorme diferencia con muchos casos de ciudades muy explotadas turísticamente, donde los espacios pierden su autenticidad, convirtiendo la ciudad en una especie de museo que finalmente se expresa más bien como algo artificial.
En síntesis, Santiago está en un momento crucial en el que puede consolidarse como un destino turístico de escala mundial. Hay un enorme potencial al interior del país, a través de la premiación de numerosos chefs y restaurantes nacionales que figuran incluso en listas de los 50 mejores del mundo. La calidad del vino, la autenticidad del paisaje urbano, la experiencia de descubrir uno de los cuatro parques urbanos más grandes del mundo en el cerro San Cristóbal y poder caminar por barrios encapsulados en el tiempo, sin duda constituye una enorme oportunidad no sólo para el sector empresarial ligado al turismo, sino que a los mismos chilenos para abrirse más al mundo. No es casualidad que el país haya sido escogido entre las sociedades menos amigables según Expat Insider 2016. Es necesario superar todos los desafíos mencionados anteriormente, familiarizándonos con que el flujo de turistas no sólo seguirá aumentando, sino que también debemos ofrecer una experiencia de viaje mucho mejor que la que estamos brindando actualmente, no sólo a través de una mejora sustancial en las infraestructuras que se ofrecen para este sector, sino que también, en cambios culturales que permitan que exista la posibilidad de compartir e intercambiar experiencias a través de nuevas prácticas.
Fotos: Uri Colodro y Vicky do Picco.
Uri Colodro
Geógrafo y Licenciado en Geografía, Pontificia Universidad Católica de Chile. Candidato a M.Sc. en Gobernanza de Riesgos y Recursos, Ruprecht-Karls Universität Heidelberg. Sus mayores áreas de interés corresponden al ámbito de la geografía urbana, social y cultural. Dedicado a la investigación y la consultoría. Lector apasionado y escritor de medio tiempo. Libera tensiones en la cocina y saliendo a dar paseos por la ciudad.
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