Texto & fotos: Fernanda Tapia @mandarinacaiman
Llegué hace dos años y 4 meses a Berlín. Si bien es cierto que de estos 28 meses, unos 20 no se ha asomado el sol y que en su mayoría se trata de días grises, fríos y húmedos, esta ciudad tiene algo especial que la transforma en mi paraíso personal (y el de otros 3.469.849 seres más). Como dice un amigo: Berlín es como esos amores ingratos que te tienen sufriendo y arrastrándote durante meses, y cuando finalmente se te olvida porque la querías, te reconquista, te engatusa, te abraza y te recuerda porqué te enamoraste de ella en un principio. Es decir que por pocos que sean, los días de sol lo son todo en este lugar.
Tengo muy claro que tienen estas calles, que a pesar de su clima gris, son tan especiales. No es algo tangible a primeras, pero se respira por todas partes y más que un estilo de vida es una religión: y es el culto al tiempo libre, algo que redescubrí en este lugar y hasta me atrevería a decir que no sabía realmente que era el tiempo libre hasta que llegue aquí. Existe en alemán una palabra (favorita absoluta) que representa este concepto: Feierabend, difícil de traducir con exactitud, se refiere a la celebración de la tarde y hace referencia a la tarde libre, a que ya no tienes nada más que hacer, más que hacer nada. Si me preguntas que hace hermosa a la capital Alemana no lo son – solamente – su historia cargada, su arquitectura ecléctica, sus ríos y canales, sus infinitos parques o sus barrios llenos de sorpresas. No. Eso lo puedes encontrar en muchas otras ciudades. Lo que hace irresistible a Berlín es el arte con el que te invita a disfrutar de no hacer absolutamente nada, y sin sentir culpas.
Cuando llegué, de las cosas que más me impactó fue ver gente un miércoles a las 11 de la mañana tomando sol en el parque, o un lunes a las 3 de la tarde disfrutando una cerveza con un amigo en un bote inflable en el Maibachufer (uno de los canales que recorren Berlín). Yo que venía con el pensamiento de que Alemania era de corazón frío, eficiente y trabajólico, me impactó ver con qué facilidad la gente se sienta largos minutos a hacer literalmente “nada” en el banco de la plaza. Hago hincapié en las comillas del “nada”, porque creo que de eso se trató este descubrimiento: Nos hemos vuelto una sociedad tan eficiente y rápida, donde cada minuto es oro y perderlos es causa de culpa, que olvidamos de que ese “nada” en realidad es todo: pensar, soñar, escuchar, oler, ver, sentir… algo tan esencial e importante para nosotros los seres humanos, seres creativos y pensantes.
Hace poco me topé en internet con una infografía que describía los horarios de sueño y trabajo de distintos personajes de nuestra historia como Le Corbusier, Freud y Kafka. Independiente de cuanto dormían o trabajaban, me llamo mucho la atención que todos tenían mucho tiempo libre, y que en su tiempo libre es donde se desarrollaron en lo que hoy son conocidos mundialmente. Con datos así queda tan claro (si es que uno no puede concluirlo solo) que el ocio es algo necesario para seguir creciendo como sociedad y como personas. Porque si no nos damos un respiro ¿como vamos a encontrar las interrogantes, las soluciones y las nuevas ideas?¿dónde vamos a encontrar el espacio para ser más, mejores o simplemente distintos? ¿o cómo vamos a encontrar un momento para crecer nosotros mismos?¿Cómo vamos a evolucionar?
Eso es lo que me gusta de aquí, que en la mitad de este mundo vertiginoso donde todos corren, está esta ciudad donde nadie corre, donde la gente se toma el tiempo de mirar pajaritos, de tener jardines o tomarse una cerveza leyendo en el parque a cualquier hora, cualquier día. Quizás por eso mismo es hogar de tantas mentes creativas e innovadoras. Además se puede hacer todo en bicicleta, y eso siempre es positivo.
Dónde ser un Berlinés más?
- Un clásico absoluto, pero que si te alejas del sector de la puerta de Brandemburgo y te introduces unos cuantos metros hacia su interior dejas atrás la bomba turística es el En el corazón de Berlín, es el pulmón de la ciudad, estando adentro solo se escuchan los pájaros y si tienes suerte puedes toparte con conejos o hasta un zorro.
- Cualquier orilla de los canales que recorren Berlín puede transformarse en tu espacio. Especialmente entretenida es la del Maybachufer, llena de cisnes y donde los amigos salen con sus botes inflables a tomar sol y escuchar música. Como dato extra: Martes y Viernes además hay mercado turco.
- Otro clásico indiscutido, pero por algo será, es el sector entre la Catedral (el Dom) y los Hackesche Höfe, una extensión del Monbijoupark. Unas cervezas, una manta de picnic, unos audífonos con buena música: la tarde perfecta. Berlín se encarga de la vista.
- Mi favorito personal es el parque Humboldhain, porque queda cerca de mi casa y todos van ahí a lo mismo que uno: a hacer nada, disfrutar del ocio. Pero espacios así también puedes encontrarlos en el Volkspark Friedrichshain o en el Volkspark Hasenheide.
- Para días más fríos, mi café favorito es Röststätte, en MItte. Buen café tostado por ellos ahí mismo, chiquitito y el mejor Banana bread vegano del mundo.
- El invierno también invita a recorrer los Museos, personalmente recomiendo el Museo de Historia alemana, porque el recorrido está muy bien hecho y es entretenido en verdad. Otro que me fascina y no cansa por su maravillosa arquitectura, por donde esta (llegar ya es lindo) y por el contenido es la Alte National Galerie, que contiene obras impresionistas y expresionistas de distintos autores.
Fernanda Tapia
@mandarinacaiman