Siguiendo en mi afán por realizar toda la ruta patrimonial de Providencia, se me ocurrió ir a un tour nocturno por el Palacio Falabella, donde funciona la municipalidad. Si bien suponía que el guía nos asustaría con historias de espíritus que se pasean por las noches asustando a guardias y quizá hasta a la propia alcaldesa, no fui capaz de anticiparme de lo que sería realmente esa experiencia.
A las 22:00 horas del sábado 30 de julio comenzó el recorrido (al cual nos inscribimos con mucha anticipación ante la alta demanda). Unas 20 personas, dispuestas a sentir un poco de miedo, se reunieron capeando el frío de esa noche invernal. Cuando ya estábamos reunidos alrededor de la mesa oval del hall de entrada, las luces del recinto estilo renacentista se apagaron y comenzamos el “Ghost Tour” siguiendo la escueta luz de la linterna del guía. Hasta ahí todo bien. Pasamos a lo que fue el antiguo comedor –actual sala del Concejo Municipal– de la familia Falabella, la cual habitó sólo 15 años en este lujoso palacete construido en 1930 por el arquitecto Guillermo Manselli, tras la compra del terreno al conocido arquitecto de la época Josué Smith del Solar. Luego, el sitio ubicado en Pedro de Valdivia casi al llegar a Eliodoro Yáñez, fue a dar a manos de la Embajada de México, Manuel Cruzat, y casi terminó bajo la tutela de la Unión Soviética tras su remate. Sin embargo, en 1947 fue Providencia quien se lo adjudicó como el edificio edilicio.
Los pocos destellos que emitía la linterna nos guiaron hasta el segundo de los tres pisos que tiene la ex casa de don Arnaldo Falabella –un acaudalado empresario dedicado a la sastrería que luego se trasformaría en la multitienda que conocemos hoy. De don Falabella se decía que tenía vínculos con la masonería de la época, lo que se confirmaría con el diseño de su hogar –piso estilo ajedrez, la flor de lis en los vitrales de las ventanas, entre algunos detalles–; así como también un claro dejo fascista con la Italia de Mussolini, que se ve en las águilas imperiales que sobresalen de los muros del comedor.
Terminado el vistazo del segundo piso, comenzó la parte scary de la visita. Contada la historia de una dama de blanco que se pasea entre los espejos de la entrada, se nos invitó a los subterráneos de la casa –muy Downton Abbey–, para dilucidar el misterio de ese espíritu vagabundo. Bajamos por una angosta escalera, que nos llevaba a un pasillo aún más oscuro, donde alguna vez estuvo la mesa de billar, cavas de vino, y algún otro rincón secreto, pero que hoy alberga oficinas. Descendimos aún más hasta llegar a un auditorio, donde se nos reveló la razón de estar en un tour “fantasma”. Reunidos alrededor de una mesa, el guía apagó de repente su linterna y nos invitó a conversar con la famosa “novia”. Nunca había estado en una sesión de psicofonía (sólo lo había visto en el Buenos Días a Todos de Jorge Hevia y Margot Kahl, cuando hablaban con espíritus de casas embrujadas), ni tampoco me gusta andar molestando a los muertos, pero me daba más miedo subir los dos pisos de subterráneo que ya había bajado que escuchar lo que podría salir en la grabación. Así que el guía peguntó, grabó, y luego puso play. No sé si fue la dama o don Arnaldo Falabella, pero que alguien contestó. Contestó.
Luego les cuento cómo me va con la monjas del Montecarmelo.
Fotos:
Gentileza Municipalidad de Providencia.
Gianitsa Corral
Soy periodista. Pasatiempo que me ha servido para escribir bien y conocer lugares. Estudié teoría y crítica de cine sólo para apreciar mejor películas y series. Amo los cafés de barrios, adoptarlos como oficina, y que sepan que me gusta el latte. Fotografío casas y edificios antiguos que me topo en el camino, antes de que alguna inmobiliaria los destruya
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