Texto & galletas por: Florencia Simunovic @florencias.co
Llevo casi un año viviendo en Valencia, y la verdad, sólo puedo decir cosas maravillosas de esta ciudad. Aún así, estando lejos de Chile, noto que echo de menos ciertas costumbres locales con las que siempre me vinculé y nunca fui consciente de que algunas (por muy poco relevantes que nos parezcan) nos identifican. Lo que gatilló esto fue que hace un par de semanas, anunciaron las fechas de un máster que empezaré y el primer día de clases es el 18 de Septiembre. ¡Se me hizo tan raro!.
A partir de mi nostalgia dieciochera me he puesto a pensar en los lugares, objetos y costumbres que más extraño.
Lo primerísimo: La comida.
La verdad, no me puedo quejar, la comida aquí es extraordinaria. Paellas, tortillas, gazpachos, y jamón serrano en prácticamente todo. Si bien la cocina chilena tiene una incuestionable herencia de la gastronomía española, no puedo evitar extrañar los clásicos de las fiestas patrias: Terremoto, empanadas, pan con pebre, chancho en piedra, sopaipillas y el infaltable asado.
Si hablamos de costumbres culinarias, imposible no mencionar el pisco. A pesar de ser el ítem más cliché, no podía dejarlo fuera. Es cierto que ya no es imposible comprar pisco en otras partes del mundo, pero se vende a un precio mucho más alto. Debo admitir que no soy fan de la piscola, de hecho, no me tomo una hace bastantes años, pero el pisco sour es otra cosa. Como no me gustan mucho los tragos muy dulces y siempre escuché que mi mamá pedía los tragos “secos” agarré el mismo gusto. Ese gustito ácido que tiene el pisco sour, es inigualable; y sus variantes de menta-jengibre y albahaca por otra parte, son actualmente mis favoritas.
Añoro La once. La verdad, en mi casa nunca se le dio mucha importancia; pero en la casa de mi abuela, cada once parecía como si estuviésemos celebrando el cumpleaños de alguien, con mil exquisiteces. Más allá de las cosas ricas, considero muy bonito abrirle las puertas de tu casa a alguien y expresarle cariño a través de la comida, costumbre que se mantiene hasta hoy. Por lo mismo, me llamó mucho la atención que aquí en Valencia la gente hace todo “puertas afuera”. Por lo que he visto, no se juntan mucho a comer en las casas, son más de bares.
Me sorprende que acá la gente es muy poco dulcera. Recuerdo que hace un par de meses, unos amigos españoles de mi marido organizaron una paella en el taller donde trabajan. Llevé un suspiro limeño que hice con mucha dedicación y en vez de lucirme, casi los dejo con un coma diabético.
Para mí, en la once, además de “algo dulce” existen dos cosas indispensables: el pan y la palta.
Como buena chilena, adoro el pan. Dicho esto, cómo no voy a extrañar las dobladitas, hallullas, marraqueta y para casos especiales el pan amasado y la tortilla de rescoldo entre otros. Y su mejor acompañante, la palta. Las veces que compré aquí, casi siempre fue una decepción. Desabridas, aguachentas y con hilachas, todo mal. Hace dos meses me fui a Altea (un pueblo cerca de Valencia) y en un supermercado chiquitito encontré unas paltas que decía “Origen: Chile”. Creí que iba a llorar de emoción. Cinco paltas fueron el souvenir que me traje de Altea.
Cambiando de tema radicalmente, algo que extraño un montón es el castellano de Chile. Acá los valencianos dirían “lo extraño un mogollón”. Intento hablar de forma más neutra, evitando obviamente términos como piola o cachai, pero si hay ciertas palabras que cambiar el chip se me hace realmente difícil:
Altiro
Cada vez que pagaba algo y me decían el total, contestaba: altiro y nadie me entendía. Tener que cambiarlo por el “enseguida” no ha sido fácil.
Guata
Fui al doctor y sin pensar le dije “He estado con dolor de guata”. Su cara de interrogación no la olvidaré nunca.
Ya
Aquí no entienden el ya como un sí, siempre que lo decía me preguntaban nuevamente ¿si o no?. Tanto así que una chica española que conocí me confesó que cuando nos conocimos, mientras me contaba algo yo le iba diciendo “ya” y creyó que era una forma de decirle “no sigas, ya entendí”
V
Al deletrear mi apellido que tiene una V y decir UV en vez de v corta, siento casi como si estuviese diciendo otro apellido.
Y para terminar, lo que realmente más echo de menos, son los maravillosos paisajes que tiene nuestro país y por sobre todas las cosas, la cordillera.
Salir de mi casa y observar la imponente cordillera es algo que agradecí todos los días, siempre consideré que (aunque suene súper cursi) es un regalo.
Avanzar de sur a norte y notar el cambio en cuanto a paisaje, flora y fauna, es bellísimo. Recorrer nuestro país y contemplar como se transforma el panorama y sus colores es algo que me sorprende cada vez que lo veo, y creo que será así eternamente.
Florencia Simunovic
Diseñadora de profesión, galletera autodidacta, amante de lo artesano y detallista por excelencia.
Fanática de las flores, los gatos, la palta y desde que vivo en Valencia, también de la paella.
Instagram: @florencias.co
Florencia Simunovic
Diseñadora de profesión, galletera autodidacta, amante de lo artesano y detallista por excelencia.
Fanática de las flores, los gatos, la palta y desde que vivo en Valencia, también de la paella.
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