Soy vecina de la comuna de Providencia y vivo en un edificio que tiene un amplio jardín. Por razones que desconozco éste se ha resistido a la lógica de la reja, en cambio, el límite lo demarca unas simpáticas ligustrinas cuya altura no debe superar los 90 centímetros. Hace un tiempo, una vecina de mi edificio propuso “de una vez por todas” cercar el edificio, su argumento era concreto: personas ajenas a la comunidad –oficinistas de la zona decía– usan el parque en su hora de almuerzo. “sacan sus tupper y para peor, se pegan a veces una siesta”.
La comuna de Providencia “de Plaza Italia para arriba”, en donde está mi edificio, obedece al modelo de la ciudad jardín (la casa aislada, rodeada por un jardín) cuyo fin es construir ciudades amables, verdes y permeables. “De Plaza Italia para abajo” (hacia el poniente) queda el casco antiguo, una ciudad caracterizada por el modelo de la fachada continua, donde varios de los primeros pisos hoy se abren para ofrecer comercio. Este cambio en el modelo urbano, quedaba claramente marcado por el Ferrocarril de Circunvalación y el Ferrocarril Llanos del Maipo que hacia finales del siglo XIX corría por el Parque Bustamante. Independiente de cuál modelo prefiramos, la verdad es que los dos tratan el problema de lo público y lo privado.
Con el paso de los años la realidad es que –salvo contadas excepciones– la gran mayoría de estos jardines “de Plaza Italia para arriba” han ido cerrándose por rejas que parecen elevarse cada año. Es por eso que, al caminar por las calles inmediatas al Parque Bustamante, es difícil no detenerse en la diversidad de diseño de portones, puertas y ventanas que, a diferencia de lo común que vemos en el resto de la ciudad, destacan por su diseño, el que va más allá de lo funcional. De fuerte carácter expresivo, de líneas geométricas y modernas, en su mayoría de estilo Art Déco y de materiales como hierro y bronce o bien, pintadas de colores vivos, éstas barreras no sólo impiden el acceso y definen un modo de privacidad, sino que también nos hablan del uso del edificio, de su personalidad, convirtiéndose en una verdadera carta de presentación y de paso, suavizando una función que en su estado más puro no es más que restricción y bloqueo.
Veremos en qué termina la propuesta de mi vecina.
Imágenes: Alejandra Amenábar
“Soy diseñadora y profesora universitaria. Confío más en mi ojo que en mi misma”
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