Desde niña me interesan los espacios y cómo estos se configuran. Siempre recuerdo que cuando conocía una casa que no me gustaba me quedaba grabada. Esa grabación mental la usaba en la noche antes de dormir. Me acostaba y re ubicaba y/o cambiaba los objetos de ese espacio que no me gustaban. Y lo hacía tan sólo con mi imaginación, así podía dormir tranquila. A veces pensaba que estaba loca, que cómo me podía afectar tanto un espacio como para re diseñarlo en mi cabeza. Y es que de verdad creo que los espacios afectan el estado interno de una persona.
Todas las personas tenemos nuestros ciclos vitales y los espacios debieran re configurarse a la par con el desarrollo personal. Hay momentos en que necesitamos esa pieza llena de cosas para sentirnos seguros y protegidos y así llenar espacios vacíos. Pero hay otros momentos en que necesitamos deshacernos de esas muchas cosas para que entren nuevas. Nosotros definimos dónde y cómo queremos habitar un lugar, lo importantes es ser conscientes de cuándo y cómo necesitamos ese cambio de espacio. Para definir ese cambio es necesario habitar un espacio básico fuera de la ciudad de vez en cuando.
Este año me ha tocado dos veces habitar en distintos refugios. Son espacios austeros y básicos en donde la estética no es lo que prima. Está la cama, la mesa, una cocina, muebles, lavaplatos y baño, lo básico. Sin embargo, me enamoré de ambos espacios y me cuestiono por qué me atraen tanto esos lugares. Es principalmente por dos cosas. La primera es porque son espacios que me sacan de la rutina habitual y son parte de una aventura, ya que ambos están sumidos en la naturaleza. La segunda es porque al ser espacios básicos y austeros dejan espacio libre para que uno mismo los llene con sentimientos y pensamientos. Son espacios poco estimulantes externamente y eso hace que internamente aflore con fluidez caudalosa todo lo que debe salir para ser observado. Y así podemos hacer una revisión interna, esa que tanto nos cuesta hacer con la rutina diaria de la ciudad.
Siempre me ha gustado esta cita de Hemingway: “El hombre que ha empezado a vivir seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera.” Es con esto con lo que conectamos cuando habitamos espacios básicos. Con el habitar por dentro.
Esto generó en mi las ganas de convertir mi espacio habitual en un espacio básico. Por eso es que partí botando muchas cosas y re configurando otras para que los estímulos externos fueran cada vez menos. Es un trabajo largo, pero eso no importa, ya que todo tiene su proceso, lo que si es importante es ser conscientes del espacio que habitamos y de cómo nos afecta para lograr una comunicación interna.
Para esto te propongo:
– Si tienes la oportunidad, ir alguna cabaña o refugio fuera de la ciudad.
– Comprar el libro “The Life Changing Magic of Tidying Up” de Marie Kondo y empezar el orden! (Lo puedes encontrar en Amazon).
– Observar los espacios y evaluar qué aporta y qué no.
– Generar espacios vacíos, no todas las paredes necesitan adornos.
Fotos: María José Manzur @marialacolorina